La revocación de mandato está contemplada en la Constitución de México con la reforma de 2019, pero no es obligatoria. Entonces, por qué no evitar el referéndum, dejando que el Presidente Andrés Manuel López Obrador termine su mandato y exigir cuentas sobre sus promesas de campaña.
Si la llamada Cuarta Transformación está rindiendo frutos, como asegura el Jefe del Ejecutivo federal, al término de su mandato se habrá acabado la inseguridad que nos azota; no habrá corrupción que, a estas alturas, se sigue oliendo por doquier; el desempleo pasará a la historia como parte de una pesadilla; el número de pobres, que casi es la mitad de la población, tendrá comida y sustento; habrá un reporte detallado y correcto sobre el número de contagiados y muertos por Coronavirus; el INSABI, para ese entonces, habrá cubierto el desabasto de medicinas; la inflación galopante será parte del anecdotario; ya habrán pagado miles de millones de pesos en impuestos que deben los defraudadores fiscales; PEMEX habrá sido rescatado; el aeropuerto “Felipe Ángeles” estará operando sin contratiempos y las cárceles estarán llenas de delincuentes de cuello blanco que han quebrado las finanzas de la nación.
¿Para qué la revocación de mandato?
“El pueblo que no se equivoca” eligió Presidente por 6 años.
Entonces, los resultados del sexenio deben ser alentadores.
No tiene caso interrumpir la gestión, si se diera el caso, para convulsionar al país.
En lo personal no estoy de acuerdo todavía en la revocación de mandato, con todo y que la figura sea legal. Habría que analizar con detenimiento las repercusiones.
Coincido con especialistas que consideran que existe la duda de si en México se pudiera llegar a los extremos de Venezuela y Bolivia, donde hubo consulta con Hugo Chávez y Evo Morales y ninguno de los dos fue destituido. Da la impresión que ejemplificarlo con estos casos es exagerado; sin embargo, parece que sería similar la senda a transitar.
Es evidente que las reformas constitucionales muchas veces son necesarias, pero cuando se tocan temas delicados, hay que razonar profundamente para saber si no se está cayendo de nuevo en un capricho del poder para lograr un beneficio personal.
Nadie puede soslayar el hecho de que la sociedad mexicana está más dividida que nunca y esto beneficia a la clase política. Por eso es menester observar con detenimiento cualquier modificación constitucional y preguntarse cuál es el fondo verdadero de esas acciones.
El ambiente social es altamente delicado y confuso.
Se recomienda tener cuidado.
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EN 2013, AGUSTÍN CARSTENS, siendo Gobernador del Banco de México, lanzó una advertencia: Se avecina la “Tormenta Perfecta en México”. Lo escuchaban banqueros de Singapur, país considerado por expertos como modelo en logros económicos, tecnología y educación, aunque altamente represivo.
Entonces la inflación estaba en 3.6 por ciento anual.
Han pasado 8 años desde aquellas palabras de Carstens.
Su vaticinio indica que la inflación es 1.6 veces superior y la tasa de referencia está en 4.25 por ciento.
Los analistas dicen: “Apretar la tasa puede contribuir a reducir las presiones inflacionarias, pero también hacer más lenta la reactivación de la economía, en medio de una crisis que aún no termina”.
“Al rebrote de inflación en el país se suma el recrudecimiento de la pandemia registrado desde el mes pasado, reflejado en el incremento de los casos diarios de Covid-19, cuya trayectoria apunta a los máximos observados durante la segunda ola en enero”.
“La velocidad de propagación de los contagios está asociada a la continua aparición de variantes del virus SARS-CoV-2, incluida Delta, que no sólo complican el control de la pandemia, sino que ponen en riesgo la recuperación económica”.