- JULIÁN GERMÁN MOLINA CARRILLO*[1]
Quiero empezar esta columna con esta cita de Eleanor Roosevelt, que a la letra dice: “En definitiva, ¿dónde empiezan los derechos humanos universales? En pequeños lugares, cerca de casa; en lugares tan próximos y tan pequeños que no aparecen en ningún mapa. […] Si esos derechos no significan nada en estos lugares, tampoco significan nada en ninguna otra parte. Sin una acción ciudadana coordinada para defenderlos en nuestro entorno, nuestra voluntad de progreso en el resto del mundo será en vano.”
Me parece tan adecuada en esta época de pandemia y precisamente porque el pasado 10 de diciembre se celebró el Día internacional de los Derechos Humanos con dicho tema, lo cual es obligatorio llegar al recuento de la necesidad de reconstruir para mejorar, de asegurarnos que los derechos humanos sean la base para los esfuerzos de recuperación. De ponernos en los zapatos del otro, solidarizándonos y con empatía salir avante de la presente crisis, reafirmando la importancia de los derechos humanos para construir de nuevo el mundo que queremos.
Evidentemente, sólo alcanzaremos nuestros objetivos comunes en el mundo si somos capaces de crear igualdad de oportunidades para todos, abordar los fracasos que la pandemia ha dejado en evidencia la forma nefasta en que hemos llevado a cabo nuestras relaciones, con otros seres humanos y la naturaleza, de ahí entonces surge imperativamente la necesidad de aplicar las normas de derechos humanos para hacer frente a las desigualdades, la exclusión y la discriminación arraigadas, sistemáticas e intergeneracionales.
Debemos tener presente que la crisis del COVID-19 se ha visto alimentada por el agravamiento de la pobreza, el aumento de las desigualdades, la discriminación estructural y arraigada y otras brechas en la protección de los derechos humanos. Solo las medidas para cerrar estas brechas y promover los derechos humanos pueden garantizar una plena recuperación y la reconstrucción de un mundo mejor, más resiliente, justo y sostenible.
Ahora, llevando la acción a la solución de los problemas, debemos estar en la aptitud de proponer, por ejemplo, en el caso de las desigualdades es necesario fomentar y proteger los derechos económicos, sociales y culturales. Necesitamos un nuevo compromiso social para una nueva era.
Asimismo, impulsar la participación y solidaridad, pues ahora sí todo el orbe está junto en esto. Desde las personas hasta los gobiernos, desde la sociedad civil y las comunidades de base hasta el sector privado, todo el mundo tiene una función que desempeñar en la construcción de un mundo mejor después de la pandemia. Tenemos que asegurarnos de que las voces de los más afectados y vulnerables sean parte de las actividades de recuperación.
A su vez, promover el desarrollo sostenible tanto para las personas como para el planeta y no dejar a nadie atrás.
Es un hecho que, desde hace 72 años, que la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), se celebra el Día Internacional de los Derechos Humanos. Este documento histórico que proclamó los derechos inalienables inherentes a todos los seres humanos, sin importar raza, color, religión, sexo, idioma, opiniones políticas o de otra índole, origen nacional o social, propiedades, lugar de nacimiento ni ninguna otra condición, se ha traducido a 500 idiomas. Y ahora más que nuca, toca demostrar que hemos aprendido la lección y que la misma Declaración no es letra muerta, sino que una guía para llegar a la paz que de urgencia es necesaria.
[1] *Director General del Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla, A. C.