Ha sido complicado para muchos entender el papel jugado por Fernando Manzanilla Prieto en el servicio público y en las entrañas de la política.
Será ratificado como Secretario de Gobernación y creo que con justo merecimiento, a pesar de las dolencias de aquellos que lo han querido reventar.
Miguel Barbosa lo ha dicho con claridad y sin rodeos: “Es de mi absoluta confianza y ha sido pieza fundamental en el avance de la cuarta transformación”.
Hay que hacer un poco de historia:
La incredulidad de apoderó de los críticos por el rompimiento de Fernando con el morenovallismo. Muchos lo pusieron en duda, pero fue real y lo demostró donde tenía que demostrarlo de manera discreta y contundente, después de haber sido maltratado y marginado por Rafael Moreno Valle, quien prefirió darle todo su apoyo y confianza a su estrella del espionaje y las trampas, Eukid Castañón Herrera.
Inteligente y capaz, Manzanilla desechó para siempre a Rafael, a pesar de que en esos momentos el nieto del General ejercía el poder omnímodo y sabía que iba a ser perseguido, vilipendiado y, para colmo, supondrían sus detractores que el episodio era producto de una estrategia para infiltrar grupos no afines al entonces Gobernador y tenerlo informado.
Nada de los supuestos era verdad.
La única relación político-social que quedó de esa ruptura fue la unión con su esposa Gaby, a la que ha protegido y querido Fernando como hombre bien nacido y agradecido.
Él es Manzanilla Prieto, esos son sus apellidos por si sus enemigos no se han dado cuenta.
Dueño de su propia personalidad y talento, reacio a ser humillado por el mandatario de la ignominia, le reprochó haber enseñado una cara como candidato y otra como jefe del Ejecutivo, echando a la basura la democracia, los principios y valores, abusando de todos y manejando el dinero del erario de forma irresponsable.
Fernando Manzanilla no estuvo de acuerdo en la conducción de las riendas del Estado; no saltó del barco a punto de hundirse, lo abandonó justo cuando surcaba las aguas conquistando y avasallando lo que encontraba a su paso. Su horizonte era otro, lo comprendió y emprendió el camino sinuoso.
Su estadía en MORENA, su buena relación con el Gobernador electo Miguel Barbosa y con liderazgos del Movimiento de Regeneración Nacional, han generado envidias y suspicacias que han quedado al descubierto. No hay nada oculto; los enemigos están de frente, aunque también los hay embozados.
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SIGNIFICATIVA FUE LA REUNIÓN del Gobernador electo Miguel Barbosa Huerta y el Arzobispo de Puebla.
Trabajar coordinadamente y en colaboración fue el acuerdo amistoso, sin olvidar la laicidad y el papel que ambos hombres protagonizan en el entorno.
Doña Rosario, la esposa de Miguel, atestiguó.
Los demonios corrieron ante el encuentro.
La política y la fe tienen mucho en común, enmarcando factores como el trabajo, el esfuerzo, el talento, el respeto a la religión, a la creencia, a la justicia divina y la que aplican los hombres.
Esa misma política y fe hacen falta en el corazón de los hombres, mujeres y niños, pero también para gobernar un Estado.