Luis Enrique Quintero
A pesar de lograr jugosos contratos con sus clientes, muchas veces millonarios, los integrantes de la llamada Asociación Nacional de la Industria de la Seguridad Privada (Anainse), se quejan de la vigilancia a la que necesariamente son sometidos y que se establece en Ley de Seguridad Privada para el Estado de Puebla con la reglamentación federal. En contraste, sus elementos se quejan de explotación.
Estos empresarios, encabezados por Agustín Ortiz Figueroa, convocaron la mañana de este miércoles a conferencia de prensa en la que afirmaron que en Puebla existe una sobrerregulación y altos costos por el trámite de permisos, por lo que exigieron homologar la ley estatal con Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
SE PASAN DE LISTOS
En resumen, lo que los propietarios de las empresas de seguridad privada rechazan es someterse al certificado de control de confianza vigente, expedido por el Centro Único de Evaluación y Control de Confianza del Estado de Puebla.
Igualmente, se quejan de los pagos que tienen que hacer a la autoridad correspondiente para poder funcionar y de los gastos por cada empleado que contratan como es el propio control de confianza (2 mil 550 pesos), así como gastos de inscripción, antecedentes policiales y examen toxicológico.
En contraste, empleados de seguridad privada que se desempeñan en diferentes compañías que operan en Puebla, denunciaron ante ABC Diario que, mientras sus patrones realizan contratos millonarios por concepto de vigilancia en industrias, comercios y conjuntos habitacionales, a ellos les pagan (en forma impuntual) un promedio de 180 pesos por turnos de 24 horas.
No son capacitados, no los dotan de uniformes y botas especiales para su trabajo y muchas veces son despedidos injustificadamente y sin ninguna liquidación.
Lo peor es que, a pesar del control oficial que rechazan estos empresarios, son innumerables los casos en que ha quedado al descubierto que en sus filas hay peligrosos delincuentes: violadores, ladrones y homicidas.
Hay que recordar la bestial agresión de que fue objeto una joven empleada de la tienda Sears, en la 3 poniente del centro histórico, quien fue privada de su libertad, violada, asesinada y descuartizada por un elemento de la empresa de seguridad privada “Aguilas Doradas”