Luis Enrique Quintero
El escalofriante feminicidio en agravio de la joven madre de familia Guillermina N., quien en días pasados fue salvajemente asesinada y fragmentada de la cabeza y extremidades, nos recuerda el escalofriante caso del descuartizador del año 1996, ocurrido también aquí, en la capital poblana y que cimbró a la sociedad poblana, al igual que ocurre hoy con la sanguinaria agresión de perpetrada por el rumbo de Azumiatla, al sur de la ciudad.
DESCUARTIZADOR
Sobre el tema de hoy, incluido en nuestro Archivo del Crimen, rescatamos que el homicida de una joven y hermosa mujer cuyo cuerpo mutilado abandonó en un basurero por el rumbo de Plaza Dorada, fue capturado por agentes de la Policía Judicial del Estado ante quienes confesó, con toda frialdad, que la cabeza la llevó a una cripta del Panteón Francés, pues aseguró que “sintió remordimientos” y por eso no la dejó en la vía pública.
La tarde del jueves 12 de septiembre de 1996 el ingeniero industrial Pedro N., de 43 años de edad, quien también contaba con maestría en Administración, asesinó y descuartizó dentro de sus oficinas de la colonia Gabriel Pastor a la estudiante de Ingeniería Química de la UAP, Mayra N., de 22 años. El cadáver, con excepción de la cabeza y de la pierna izquierda, lo fue a dejar a la 4 sur y 33 oriente, a unos pasos de las oficinas centrales de la entonces Procuraduría General de Justicia, ubicadas en bulevar 5 de Mayo y 31 oriente.
Todo empezó un día antes de la brutal agresión, el miércoles 11 de septiembre, cuando el ingeniero, de negros antecedentes penales por el delito de violación, acudió a las oficinas del periódico El Sol de Puebla para ordenar la publicación de un anunció en el aviso clasificado ya que, según él mismo relató posteriormente, solicitaba edecanes y recepcionistas para promocionar unos artículos que le interesaba vender cuanto antes. En realidad sus intenciones eran otras muy diferentes, producto de una mente sádica y enferma.
El jueves 12, Lira Galván salió de su casa en la que vivía sólo desde dos años antes porque su mujer decidió abandonarlo -seguramente al conocerlo a fondo y para ponerse a salvo- y se dirigió a su despacho situado de la 37 poniente, donde se dispuso a esperar a las interesadas.
Aproximadamente a las 3 de la tarde llegó una jovencita con buena figura y vistiendo minifalda quien tocó a la puerta sin imaginar que sería objeto de horrenda agresión a manos del demente criminal.
Mayra era originaria de Huajuapan de León, Oaxaca pero vivía aquí desde unos meses antes.
De acuerdo con la confesión de Pedro Lira Galván, ambos empezaron hablando sobre el tipo de trabajo a desarrollar y los honorarios por el mismo, pero el cobarde crimen se originó después de acalorada discusión a raíz de que, supuestamente, ella lo trató con mucha confianza y hasta se le ofreció.
Después, según el repugnante sujeto, ella le dijo que era edecán y daba masajes y que si él quería le cobraba mil 500 pesos, a lo que le contestó que tenía sólo 400, pero que en realidad únicamente tenía 130 pesos en su cartera, misma que fue vista por Mayra y se enojó por tan mínima cantidad.
Acto seguido, confesó el ingeniero, ella lo insultó y lo golpeó con su bolso, por lo que él se enfureció, cogió un tubo que estaba sobre su escritorio y que ocupaba para cambiar llantas, para golpear hasta 7 u 8 veces en la cabeza de Mayra que cayó sin sentido al suelo, pero el rufián continuó golpeándola hasta en 12 ocasiones más hasta que la mató.
Después, se tranquilizó y se sentó para pensar en cómo deshacerse el cuerpo sin ser visto por sus vecinos, por lo que consiguió dos seguetas y un arco para lograr su propósito de cortarle la cabeza, después los brazos y finalmente las piernas, como si se tratara de una película de terror, de las peores y las partes del cuerpo las fue colocando dentro de bolsas de plástico.
Alrededor de las 7 de la noche de aquel jueves 12 de septiembre, salió de su despacho y se dirigió a un bote de basura de la 3 sur y 49 poniente donde arrojó la pierna izquierda. Asegura que sintió remordimientos y la cabeza la envolvió en una sábana blanca y la llevó hasta una cripta familiar en el Cementerio Francés, donde “descansaría en paz”.
Luego regresó a su despacho y poco después de las 21 horas volvió a salir con las bolsas conteniendo el resto del cuerpo que llevó en un taxi hasta la parte posterior del Parque Juárez, sin que el ruletero se percatara de lo que llevaba en las bolsas. El ingeniero se retiró a su domicilio e intentó seguir viviendo como si nada malo hubiera pasado, pensando en que el caso nunca saldría a la luz pública.
Fue hasta el día siguiente, alrededor de las 10 de la noche del 13 de septiembre, cuando los restos que dejó en el Parque Juárez fueron descubiertos por transeúntes que dieron aviso a las autoridades. El Ministerio Público acudió al sitio indicado para las diligencias de ley y la policía judicial inició la investigación, pues cuando antes había que dar con el monstruoso descuartizador.
Bajo las órdenes del comandante Hipólito López Montes y con la presión de la sociedad encima, los judiciales empezaron a trabajar en la búsqueda del asesino quien sólo cinco días después cayó en manos de la justicia.
La policía encontró pegado al cuerpo de la víctima, un pequeño papel amarillento, al parecer del anuncio clasificado, lo que agilizó la indagatoria, pues en forma relativamente fácil llegaron hasta el despacho del homicida quien se puso nervioso al ser interrogado y acabó por confesar su crimen que lo llevó muchos años a la cárcel.